sábado, 13 de febrero de 2010

VI

El trabajo tiene lo suyo. Riesgos por todos lados. Salir sin saber si se vuelve. Los largos kilómetros en la ruta donde nadie podría ayudarte si algo le pasa a tu camión o a vos. Aunque si lo pensamos bien, esto ya pasaba antes. Y arriesgarse ahora tiene un premio mayor.
Además pocas cosas hay bellas como el amanecer en la soledad del camino...
Y nada genera tanta adrenalina como atropellarlos escuchando London calling.

1 comentario:

Sabina dijo...

Siempre pensé, aunque no iba a saberse hasta tanto pasara el tiempo, que tu trabajo de camionero iba a aportarte un cofre de experiencias exquisitas que luego contarías en un blog, un programa de radio, una charla con nosotros tus amigos, con tus nietos cuando los tengas. También pensé que iba a ayudar a que te conozcas, que te sorprendas de las cosas que sos capaz de hacer. Encontrar gente, necesitar de alguien desconocido como si fuera tu padre, al menos por ese ratito en el que te acompaño en el almuerzo o te ayudó a abrir la puerta trabada. Después se va, te vas y el camino sigue.
La ruta es la vida. Tiene sus paligros. Sus desafios que la hacen interesante. Sus regalos (como los amaneceres). Sus acompañantes. Sus ratos de soledad.