viernes, 10 de octubre de 2008

Leyendo Espejos de Eduardo Galeano

Estoy leyendo Espejos, de Eduardo Galeano. Es imposible dejar de leerlo, sus textos cortos, shockeantes, reveladores, te llevan de uno al siguiente sin respirar. Suspirando cada tanto a lo sumo. Cuenta muchas cosas que no sabía, ahonda en las que conocía, y reafirma que a la historia del mundo la escriben los que ganan.
Habla de amor, guerras, religiones, mujeres libres y reprimidas, revueltas indígenas, masacres, Roma, Bagdag, América, China, Irán, Buda, Jesus, Eva, Isis, Pandora, Benedicto XVI, del Corán, de la Biblia, de como siempre se han hecho las lecturas convenientes a los poderosos, y muchas cosas más.
Galeano dijo de su obra "Es algo así como una historia universal, y perdón por el atrevimiento. “Yo puedo resistir todo, menos la tentación”, decía Oscar Wilde, y confieso que he sucumbido a la tentación de contar algunos episodios de la aventura humana en el mundo, desde el punto de vista de los que no han salido en la foto".

Dos fragmentos nada más:

Tenochtitlán, el centro del imperio azteca, era de agua. Hernán Cortés demolió la ciudad, piedra por piedra, y con los escombros tapó los canales por donde navegaban doscientas mil canoas. Esta fue la primera guerra del agua en América. Ahora Tenochtitlán se llama México DF. Por donde corría el agua, corren los autos.

En nombre de la libertad, la libertad de comercio, Paraguay fue aniquilado en 1870. Al cabo de una guerra de cinco años, este país, el único país de las Américas que no debía un centavo a nadie, inauguró su deuda externa. A sus ruinas humeantes llegó, desde Londres, el primer préstamo. Fue destinado a pagar una enorme indemnización a Brasil, Argentina y Uruguay. El país asesinado pagó a los países asesinos, por el trabajo que se habían tomado asesinándolo.

1 comentario:

Marbot dijo...

Cosas para aprender. Cosas para divulgar. Cosas para no olvidar.